John Bowlby planteó que, la selección natural, a lo largo de la evolución, favorecía a aquellas personas que creaban vínculos de apego, ya que éstos les proporcionaban ventaja en la competición por la supervivencia. Bowlby comprendió lo que muchos de nosotros nos negamos a aceptar hoy en día: que los seres humanos estamos programados para elegir a individuos particulares y convertirlos en seres valiosos para nosotros, de los que, en cierta manera, vamos a depender.
Parece ser que esta teoría la comprendían mejor nuestros antepasados. Las actividades que aseguraban el bienestar del grupo, las realizaban en compañía, protegían a los solitarios y cuidaban de los que, por una causa o por otra, eran los más débiles. En esencia, dependían los unos de los otros, sin realizar conjeturas de si dicho comportamiento era el adecuado o no.
Aunque muchas son las investigaciones que se han realizado en torno al apego, nos cuesta aceptar algunas conclusiones de las mismas. En el caso del apego infantil, la cosa está algo más clara. Resulta tan obvio que los bebés dependen de sus cuidadores, que es algo aceptado y asumido. Dependen de dichos vínculos para asegurar su completo bienestar físico y emocional.
Pero, ¿Qué ocurre con el apego adulto? ¿Qué sucede cuando un adulto airea que depende de sus personas elegidas?. Esto pasa a ser algo más dudoso y juzgado, tal vez por la moderna creencia de que los adultos debemos ser, obligatoriamente, independientes para todo.
Y es que, tendemos a confundir conceptos. Asumir que necesitamos de nuestros vínculos de apego, no significa, necesariamente, ser una persona dependiente o no empoderada. Significa asumir una gran paradoja: que dependemos de esos lazos para desarrollarnos plenamente y afrontar la vida de manera autónoma. Depender para la completa independencia.
Quizás hemos deseado que la actual pandemia pusiese, en este sentido, las cartas sobre la mesa, dado que la privatización de cosas, pone en evidencia lo mucho que las necesitamos. Quizás, podríamos darnos cuenta de que alejarnos (o estar obligados a ello) de estos vínculos, amarga el alma. Sin embargo, como debemos ser fuertes e independientes, en ocasiones nos negamos a aceptar esto, dejando abierta la puerta a una completa soledad.
Tal vez, la evolución nos esté obligando a inventarnos un nuevo apego teórico, en el que tanto los duelos, como las pandemias, por ejemplo, las tengamos que afrontar de manera autónoma. Un poco de ayuda bien, pero sin pasarse, que somos mayores e independientes. Un apego virtual, basado en la soledad y, disfrazado de independencia.