martes, 5 de abril de 2022

NOSTALGIA

Solía pensar que todo lo que era de color rojo era de lo más apetecible: las fresas, las sandias y los caramelos (porque ella siempre escogía los rojos). Sin embargo, nada era comparable a los tomates que su amama tan cariñosamente escogía para ella. En aquella época, ni por asomo atisbaba que nunca podría ya encontrar de nuevo ese sabor.

Algo similar le ocurría con los largos veranos de la infancia. Veranos repletos de sonidos de golondrinas y de olor a cloro.

Con el tiempo, ella comenzó a darse cuenta de que muchos sabores, olores, reacciones y sentimientos, son irrepetibles. Puede haber amagos de algo similar, algo que hace recordar, pero que nunca es igual.

Aquellos tomates y aquellos veranos habían formado parte de su vida. Habían construido una base que de adulta, recordaría una y otra vez. Y no, no era por los tomates en sí. Tampoco porque los veranos transcurriesen en un lujoso entorno. Era porque esa base se consolidaba en afecto y cariño. Porque los tomates sabían a amor de amama y los veranos olían a familia feliz. A amistades que resultaban sinceras. A ausencia de decepciones.




                                                                                                 


ABSURDA SENSATEZ

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