sábado, 9 de enero de 2021

EL TIEMPO

    


Resulta algo frustrante, pero con el tiempo, te vas dando cuenta de que, ni las navidades son tan familiares, blancas y abundantes, ni las historias de amor resultan tan románticas y sencillas. Visualizamos tantas películas en las que esto es lo normal, que acabamos por idealizarlo. Pero, esperando pacientemente, escondida entre una borrosa niebla, nos aguarda la vida real. Una realidad que va cargando nuestras mochilas y, aunque diferentes todas ellas, día tras día se hacen más pesadas.

    Mientras nos vamos dando cuenta de ello, entre marañas de ADN, de vivencias que nos proporciona el contexto en el que nos encontramos y las relaciones que establecemos con las personas allegadas, vamos construyendo la base de nuestro ser y de lo que, en cierta manera, va a determinar nuestro comportamiento en la vida. Y es entre todo esto jaleo, donde van a predominar ciertos rasgos de nuestra personalidad.

    Poniendo atención en los extremos del tema que nos ocupa, existen individuos que rezan al dios sagrado de la parte lógica y racional, estableciendo como autoridad inquebrantable al cerebro. Estas personas tienden a sopesar, hacer balance, comparar y a llegar a conclusiones subjetivamente sensatas. En el extremo opuesto, se sitúan los individuos impulsivos, sentimentales, los que siguen fielmente al más famoso de nuestros órganos: el corazón.

    Pues bien, no es difícil adivinar que lo aconsejable es mantener la moneda de canto. Dejar de lanzarla al aire, restando posibilidades a que el azar establezca la cara predominante. Mantenerse a un 50%. Hacer un poco de caso tanto a nuestro corazón, como a nuestro cerebro. Ardua tarea.

    Pero, ¿Qué sería la vida sin ilusiones? ¿Sin tener la oportunidad de idealizar momentos, personas o bienes materiales que nos parecen agradables? Resulta tremendamente tentador poder marginar la parte lógica, darse un respiro, aunque sea de pascuas a ramos y, seguir, simple y llanamente, lo que dictan los impulsos emocionales. Resultaría alentador tener la seguridad de que esto es viable y de que alguna de esas películas que vimos hace años, pueden ser efímeramente reales.

    No obstante, el tiempo nos va enseñando que lo tentador, no siempre es lo aconsejable. Desterrar nuestra cabeza, puede acarrear serias y duras consecuencias. No sopesar lo que un impulso puede llevar escondido, en ocasiones resulta doloroso. Y claro, es ahí donde el olor a castañas asadas ya no adorna igual las navidades, las luces no parecen tan brillantes y el romanticismo no parece tan romántico. 

    Y así, día tras día, aun siendo conscientes de que alguna parte de la moneda lucha por hacerse ganadora, nos esforzamos en mantener la balanza equilibrada, dejando atrás el vicio de idealizar e incluso de soñar. 

    No preocuparse, si en momentos de inspiración, la cara emocional  brilla resplandeciente, como si de una gran borrachera se tratase, tranquilidad, el tiempo vendrá, obligatoria y cruelmente, a poner de nuevo la cabeza donde corresponda.  Nos irá robando, lenta e injustamente, las blancas navidades y, por desgracia, también Los preciosos puentes de Madison. 

    

    

    

2 comentarios:

  1. Largas tardes de café nos ha acompañado este tema de conversación...volverán....

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  2. Cierto es....espero que vuelvan pronto!

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