Otros días, con o sin motivo, tendemos a sentirnos enfadados, molestos, irritables. Conscientes de ello, sacamos nuestra mejor cara avinagrada y la mostramos al mundo entero.
Y, por último, tenemos las variables. Días que, aparentemente, comienzan sin mayor dificultad, pero que se tuercen de manera instantánea, o se van chafando a base de tropezar con infinitas piedras. ¿Quién no ha experimentado la sensación de que, por mucho empeño que pongas, todo sale mal?. Te salpica una baldosa que baila en la calle mojada, se atasca la fotocopiadora en la primera copia de tu jornada laboral, calculas mal la ropa que eliges y te pasmas, o te cueces de calor o, quizás, alguna persona que aspira a convertirse en humorista profesional, venga a torcer lo que parecía ser un día corriente.
Pues sí, esto es una realidad. Hay días difíciles, torcidos, en los que ver las cosas positivas de la vida puede resultar agotador. Con llegar al momento "fin" y dar por terminada la jornada, más que suficiente.
No obstante, pese a todo ello, hay personas que hacen estos momentos un poco más sencillos. Personas que pese a malos días o pandemias mundiales, regalan gestos voluntarios agradables e incluso cariñosos. Camareros/as que te preguntan si añadir unas gotas de chocolate a tu café alegraría un poco tú día. Maestros/as que, aunque los familiares no lo exijan, se acercan e informan sobre novedades de los infantes "hoy ha comido genial". Barrenderos/as que, llueva, nieve o el calor derrita el asfalto de las carreteras, te dan los buenos días a diario. Personal médico que tras atender a los pacientes, resuelven amablemente las dudas de los familiares. Repartidores/as que, en el momento de entrega, en vez de pedirte el DNI como si de un fugitivo te tratases, te regalan una sonrisa deseándote una buen día.
Pequeños gestos de amabilidad basados en empatía. Pequeños, pero inmensos. Escasos y difíciles en ocasiones, pero absolutamente necesarios. Sin duda alguna, gratificantes como poco. Porque, no es lo mismo una actitud que otra. Independientemente de nuestras situaciones personales, no es lo mismo posicionarte ante los demás de manera cordial, que mostrar una indiferencia constante hacía toda persona ajena.
Bailando al ritmo de Alejandro, diría que "no es lo mismo ser que estar, no es lo mismo estar que quedarse, tampoco quedarse es igual que parar". Y, aunque parezca mentira, todo ello es absolutamente gratuito.