¿Es la carencia de algo, lo que nos hace desearlo con más intensidad?
Resulta que si no tenemos algo, que si no disponemos de ese objeto o persona que queremos, lo deseamos con todas nuestras fuerzas. Parece que además, el simple hecho de que no tenerlo, de no lograrlo, lo hace más interesante. Como si fuese un gran reto que batir.
No lo tengo, en consecuencia, lo deseo mucho más: comprendido.
Ahora bien, ¿Qué ocurre cuando logramos aquello que tanto deseábamos?. ¿Acaso disminuye la motivación por lo que tanto y tanto ansiábamos?.
Ya lo tengo, no lo valoro: incomprensible.
En principio, los seres humanos deberíamos de disfrutar de aquello que nos aporta felicidad. Valorar cada día, que los objetos y las personas que nos nutren, que nos enriquecen, son importantes. Pero, por desgracia, tendemos a cansarnos de todo, a aburrirnos de las rutinas incluso cuando nos hacen felices. Aquello que fue tan deseado y que encima suplió con creces todo lo que añorábamos, con el paso del tiempo se vuelve tan rutinario, algo que está tan a mano, que ya no resulta motivador.
Y es todo esto un verdadero desastre de situación, una pérdida de perspectiva tremenda. Porque es un tremendo error desear estar sano, únicamente cuando se está enfermo. Porque resulta que es un tremendo error valorar un abrazo, únicamente cuando está prohibido darlo. Y definitivamente, resulta un tremendísimo error, valorar una persona, únicamente cuando ya no está.